
¿Les he hablado a ustedes alguna vez de mi amigo Ambrosio? Le conozco desde hace más de cuarenta años. ¡Ay, Ambrosio, qué bien lo pasamos cuando hicimos la mili juntos, comiendo los chuscos que sobraban en las guardias de cocina e intercambiando imaginarias por cigarrillos celtas con Rufino, que tenía insomnio!