
El de Portoplano, leyendo y releyendo la última lectura de ese día, de cada día, de su corazón, de su profundo ser, examen de conciencia durante siglos lo han denominado, pero al olvidarse en parte las prácticas espirituales y religiosas de la tradición, se ha olvidado la necesidad de examinar y examinarse uno a si mismo, al atardecer, en el silencio, sus palabras y sus actos y sus gestos, al menos, en general, durante ese día. Es decir, siempre somos una máquina, que no nos situamos en propia revisión. Revisamos y ponemos al día, cada año, toda la maquinaría industrial, pero jamás, miramos en el interior de nosotros mismos.