
¿Se está produciendo un efecto social, por/con el cual la palabra dicha y dada, apenas tiene valor, hoy, dices una cosa, mañana otra?
Durante siglos, las personas pueden o podían evolucionar en sus ideas y conceptos, pero debido, quizás al concepto de honor y buena fama, la palabra y la palabra dada, la palabra dicha, la palabra oral, tenía un valor en sí. No digo que era como una firma de un documento, pero estaba en un intermedio entre esa realidad y que la palabra no diga nada.
También debido al Mandato/Mandamiento de Moisés, “no mentirás” –no calumniarás, no levantarás falso testimonio contra tu prójimo…-, que viene a ser, semejante a no engañarás de forma consciente, que no dirás algo que sabes que es mentira y qué es error, y, que si no puedes decir, tu modesta verdad, por mil razones, tienes que callarte –siguiendo al maestro Kant-. Que la fama y el honor de la otra persona tienen valor, para que así, tu fama y tu honor también tengan valor para los demás…
Al reducirse los niveles de creencia en el cristianismo en Europa, pues entonces, las nuevas generaciones, apenas saben los diez mandamientos, apenas los siete errores morales graves o pecados capitales, apenas una moral práctica basada en las teorías y la casuística de la moral, de cientos de casos. De todos los deterioros, uno de los más grandes y graves, es que “alguien te dice algo sobre algo, y, a la semana siguiente, por intereses o mil otras razones te cambia de opinión”. La palabra dada y dicha, no tiene apenas valor, o cada vez menos valor. Esto no va en contra, con que las personas vayan evolucionando y progresando, porque se van encontrando con nuevos datos o hechos o conceptos sobre ese tema. Todo cambia, las ideas también. Pero esa palabra tiene que nacer de la veracidad profunda, de la bondad profunda. Y, si no es posible, el silencio, callarse para no mentir, callarse para no errar, callarse para no equivocar.
El columnista Lorenzo Silva, publica en Colpisa, el 26 de septiembre del 2022, un artículo titulado: La palabra dada. En la que nos narra, entre otras realidades, el valor de la palabra en la vida pública, en la política teórica y práctica. En general, debo indicar, que me parece excesivo que casi todos los sectores sociales, tienen una caza y pesca contra el estamento de los políticos y de la política. No niego y reniego de que haya que criticar negativamente, cuándo alguien piense que realizan una aptitud y actitud negativa, desde un punto de vista o de otro. Pero pienso que el exceso de negatividad y de crítica negativa contra el estamento político, nos perjudica a todos, a la sociedad, al Estado, a usted y a mí.