A Diestras
La "justicia es un cachondeo". Estas son las palabras que salieron de la boca de un Pacheco verbigracia andaluza, otrora alcalde jerezano y líder de un andalucismo de palmas y panderetas. Lejos de tener razón, fue condenado por pronunciar esa frase lapidaria.
No creo que la justicia en España sea un cachondeo, porque no es para tomarse a cachondeo lo que está sucediendo con ella. Por un lado, cada vez se encuentra más politizada, con un ejecutivo que no deja de meter mano en el judicial, lejos de cumplir las promesas que los populares hicieron por boca de Gallardón cuando tomó posesión del ministerio: ni la reforma del sistema de elección de los vocales del Consejo General del Poder Judicial, ni modificar el Código Civil a favor de la custodia compartida, ni la reforma de la ley del aborto, ni sacar a ETA de las instituciones...
Tampoco es para partirse de risa por la gran bola de la anulación de lo que se llamó doctrina Parot. Un tribunal de Estrasburgo que nos ordena a un país soberano - ¿O no lo somos? - que saquemos de las cárceles a los delincuentes más perversos, a aquellos sobre los que caían las condenas más duras. No solo etarras, también violadores, asesinos en serie... La creme de la creme de la delincuencia española. Y además la justicia lo hizo en un tiempo récord que ya quisiéramos en la resolución de cualquier expediente por parte de la administración. Si no, pregunten por cuánto tiempo llevan imputados los miembros del gobierno de Juan Vivas.
No es que haga precisamente gracia la anulación de la jurisprudencia universal. De la noche a la mañana, para evitar que los jueces estrellas se lancen al estrellato, perdiendo el tiempo persiguiendo a Lenin, Pinochet o a la madre que parió a ambos - como si no hubiera nada que hacer en casa -, la justicia se vió obligada, no solo a dejar de perseguir crímenes con relación a los españoles a lo largo y ancho del planeta, sino lo que es peor, a soltar a narcotraficantes y asesinos de trascendencia internacional.
Lo que es para llorar es asistir al ingreso televisado en prisión de una madre que no pudo controlar su sufrimiento y quemó al violador de su hija. Esa mujer, héroe nacional en muchos hogares de España, hizo mal en tomarse la justicia por su mano, y está bien que fuese condenada, pero si hay alguien merecedora de un indulto debe ser ella.
Y es que estos acontecimientos dan a entender que en España hay que ser un malo malísimo, o tener un apellido, o padrinos, para que los vientos soplen a tu favor, que por muchos esfuerzos que haga un juez en aplicar justicia, siempre vendrá el político de turno a seguir dándonos bofetadas.
Una España de Quijotes que lucha contra molinos de vientos mientras le recortan la bolsa, la vida y las libertades.