Conforme a lo programado, ayer tuvo lugar la charla-coloquio que sobre el tema de los célebres patios ceutíes llevó a cabo José Javier Rivera Ballesteros, ceutí residente en Arroyo de la Miel, localidad costasoleña a la que le condujo su trabajo en la hostelería durante su vida laboral, de la que hoy día se encuentra retirado por jubilación.
Persona inquieta, es, entre otras cosas, voluntario de Cruz Roja, además de otras actividades de carácter altruista. Natural de la zona del Puente de la Almina, cursó estudios de Comercio en la Plaza, trasladándose al acabar sus estudios a la Península para trabajar, como todos los ceutíes de la diáspora.
Tras la presentación de Rivera Ballesteros por parte del presidente de la Yeza, que incluso hizo una breve introducción al tema, comenzó exponiendo que su interés por éste se debió en parte al azar pero, sobre todo, al hecho de no contarse con ningún estudio de cierta envergadura sobre el particular, dado que los únicos precedentes hay que buscarlos en los escritos de Joaquín Amador y de Ricardo Lacasa.
El fenómeno de la formación de estos patios arranca, como resulta lógico, del problema de la vivienda que surge a comienzos del XX como consecuencia de la inmigración de centenares de familias, mayoritariamente procedentes de Andalucía, atraídas por la oferta de trabajo creada por la construcción del ferrocarril, la del puerto y la actividad económica que en la Plaza indujo la pacificación y ocupación de la Zona del Protectorado que la conferencia de Algeciras otorgó a España. Este tremendo salto cuantitativo que decuplicó la población en menos de una década forzó la construcción de agrupaciones de chabolas alrededor de un "patio" que nos recuerda la estructura de las casas de las familias acomodadas de la antigua Roma aunque, en este caso, reflejando el bajo nivel de vida de España en aquellos tiempos. Naturalmente, esas precarias viviendas de menos de 50 metros cuadrados normalmente, de paredes de madera y techumbre de chapa, fueron mejorando con el paso del tiempo, sustituyéndose tales materiales, sobre todo la madera, por ladrillos y cemento. Al principio no había baños individuales, solo una letrina común. Los cordeles para tender la ropa lavada para su secado y blanqueo por los rayos solares obstaculizaban naturalmente, el paso a través del patio o corral central.
Realmente, patios como los nuestros o muy parecidos, los hay en muchas culturas, pero aquí, la influencia andaluza los pintó de blanco y adornó con innumerables macetas. Quizá haya que buscar en estos patios el antecedente de las modernas comunidades de vecinos existentes en los bloques de viviendas en los que tantos vivimos hoy día, pero posiblemente encontremos en aquellos patios de los que algunos han llegado a avergonzarse sin motivo, mucha mayor humanidad, convivencia y calor humano en definitiva, de los que pueden hallarse hoy. Cierto que eran tiempos sin televisión, sin radio en la mayoría de los hogares, y que el buen tiempo atmosférico del que disfrutamos en Ceuta propiciaba las tertulias en los espacios comunes, la charla, el contacto humano. La "tienda" del patio o sus alrededores era lugar de encuentro de mujeres para comprar alimentos ("fiados" en tantos casos) y de los hombres que en aquella pequeña barra de madera al efecto libaban con Valdepeñas mientras hablaban de lo divino y de lo humano hasta que el vástago correspondiente llegaba y le conminaba a presentarse en la casa porque "la comida ya está lista", mamá dixit.
La intervención de Pepe Rivera finalizó con la lectura de un poema del ceutí Cayetano Cuesta que alude al tema y la proyección de un video.
Al término del video, de la Yeza agradeció la presencia del orador haciéndole entrega de la tacita-anagrama de la asociación a lo que correspondió Rivera entregándole un documento enmarcado alusivo al asunto, todo ello acompañado de los aplausos de los asistentes, a los que sin duda agradó el acto, procediendo a continuación a firmar en el libro de honor.